PATRICIA CAMPELO @patriciacamcor
El 27 de febrero de 1976, el pueblo del Sáhara cavó su trinchera de resistencia política proclamando la República Árabe Saharaui Independiente (RASD). Tres generaciones de habitantes del desierto relatan, cuatro décadas después, temores y anhelos de una lucha prolongada más tiempo del esperado.
MADRID.- Jatri llegó con el aliento contenido a Bir Lehlu, tras un largo viaje, para asistir al acontecimiento político más importante de su pueblo. Trabajaba de periodista en la radio de Argel, en 1976, y aquel 27 de febrero no sólo le movía el interés por informar, sino por ser testigo del nacimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD): un gobierno alumbrado en el exilio a eso de las doce de la noche y abrigado por la oscuridad del desierto más hostil, entre su tierra, ya invadida por Marruecos, y Argelia.
En esa zona que hoy el Frente Polisario [representante político del pueblo del Sáhara] denomina “territorios liberados”, se firmó la proclamación de independencia de la RASD, mientras los allí presentes observaban el episodio con un ojo puesto en el cielo, en alerta para esquivar los bombardeos de la aviación marroquí. “Eran momentos difíciles, de sufrimiento en plena invasión”, recuerda Jatri Aduh en conversaciones telefónicas con Público desde los campamentos de refugiados, en Tinduf (Argelia), donde esta semana se celebran diferentes actos para conmemorar el aniversario.
Este saharaui de 61 años es el actual presidente del Parlamento de la RASD y del Consejo Nacional. Reside en los asentamientos de desplazados de la ‘hamada’, un trozo de desierto pedregoso que el gobierno argelino cedió a quienes huyeron de la guerra. El conflicto bélico estalló en noviembre de 1975, cuando España abandonó el Sáhara Occidental cediéndolo a Marruecos y a Mauritania. El Frente Polisario se resistió y reclamó su derecho a la autodeterminación. Mauritania renunció a sus pretensiones anexionistas, pero el reino de Hassán II continuó bombardeando la zona, en ocasiones, con napalm y fósforo blanco. El resultado: 16 años de hostilidades que finalizaron con el alto el fuego auspiciado por Naciones Unidas en 1991, cientos de víctimas y una cuestión de soberanía aún por resolver.
Pero en febrero de 1976 se abrió una puerta a la esperanza. Los primeros campamentos de refugiados del Sáhara se instalaron, de forma precaria, en el área de tránsito de las tierras liberadas. “Se trataba de garantizar la supervivencia y organizar la vida entre el hostigamiento de la aviación marroquí en Tifariti, Bir Lehlu y otros lugares. Era una zona expuesta a la guerra”, enfatiza Aduh.
Con todo, la idea de recuperar su territorio les daba aliento. “Se trataba de la vida y la muerte de personas pero también de la vida y la muerte de toda una causa”, advierte el político saharaui. Por ello, a la hora de planificar la vida en el exilio, no sólo se centraron en hacer frente a la invasión del territorio. También buscaron que no se desnaturalizara el conflicto ante la propaganda enemiga. “Después del abandono de España, se quiso demostrar que esto no se trataba de una cuestión de descolonización, ni de territorio autónomo ni de un pueblo que tiene derecho a ejercer su autodeterminación”, lamenta Aduh. “No estaba en nuestra voluntad vivir ese destino”, remacha.
Saharauis con DNI español
Al igual que Jatri Aduh, los saharauis que pudieron salir de su territorio tras la Marcha Verde [la invasión organizada por el rey marroquí en noviembre de 1975, poco antes de estallar la guerra] conservan su documento de identidad español como residentes de la 53 provincia española, zona que el franquismo nunca llegó a descolonizar. “Eso demuestra la envergadura de la responsabilidad de los distintos gobiernos de España”, señala. En 2013, un equipo español de forenses y arqueólogos rescató de una fosa común los cuerpos de ocho pastores. Tres de ellos llevaban encima sus DNI españoles. “Todos los saharauis que figuran en el censo de 1974, el ultimo que hizo España, llevaban la documentación y la nacionalidad española. También las víctimas de la exterminación física por parte del ejército marroquí”, apunta Aduh.
Pese a los 40 años de vida en el exilio, el presidente del Parlamento del Sáhara no teme que su pueblo se haya habituado a la vida en los campamentos hasta el punto de abandonar la lucha. “No se trata de refugiados víctimas de cualquier otro género que no sea la invasión de su territorio. Estamos aquí para seguir resistiendo. Y la forma de resistir en los campamentos durante 40 años, con temperaturas extremas, con escasez de medios y en un territorio tan inhóspito es una manera de demostrar el rechazo de la invasión y la determinación de seguir luchando”, sentencia. “La gente que tuvo la posibilidad de salir del Sáhara Occidental lo hizo para no vivir bajo la ocupación marroquí; y aún se mantiene esa voluntad”, añade.
La mujer saharaui, clave en la organización de los desplazados
Tras la proclamación de la RASD, comenzó la construcción de la administración civil del gobierno en el exilio, una tarea que lideraron las primeras refugiadas. Ellas trasladaron a niños y ancianos por el desierto hasta Argelia durante un penoso éxodo de tres meses caminando de noche, y escondiéndose por el día para evitar los ataques del ejército de Marruecos. Jira Bulahi (El Aaiún, 1965) recuerda el momento en que recibieron una partida de leche. “Era un día precioso; la gente estaba en el reparto y de pronto nos asustó un ruido que ya conocíamos, el que hace un regimiento militar al acercarse. Al día siguiente, a las seis de la mañana cayeron bombas del cielo”, deplora.
Jira Bulahi es la actual delegada del Frente Polisario en España, recién elegida en el cargo que ostenta, por primera vez, una mujer. Pertenece a la primera generación de jóvenes saharauis que escolarizó Argelia, en 1977. Ella continuó formándose en Cuba, donde estudió ingeniería electrónica.
La política saharaui estaba a punto de cumplir los 10 años cuando estalló el conflicto, y mantiene vivos sus recuerdos. “Durante el éxodo, cuando querías beber agua no podías porque algunos pozos estaban envenenados”. A finales de febrero de 1976, concluyeron su viaje con las manos vacías. “Cada vez que llegabas a un lugar y te reponías luego tenías que huir con lo puesto. Algunos no tenían ni calzado”, detalla. La organización empezó en los comités por sector de actividad, presididos por mujeres. “Estaba el de alimentación, producción agrícola, artesanal, sanidad, educación y asuntos sociales. Y hasta hoy en día, el consejo de la Daira [equivalente a un ayuntamiento] está formado por unas 29 personas, y 27 de ellas son mujeres”, subraya.
Celebraciones clandestinas en el Aaiún ocupado
Una parte del pueblo del desierto vive dividido por el muro fortificado de más de 2.500 kilómetros levantado por Marruecos y sembrado de minas antipersona en sus alrededores. Como una cicatriz que marca la piel, esta construcción, custodiada por 180.000 soldados, es ya un símbolo del tormento sufrido. De un lado quedan los campamentos de refugiados. De otro, las ciudades ocupadas, donde estos días celebran a puerta cerrada el 27 de febrero.
El pasado fin de semana, en una casa de El Aaiún, se organizaron unas charlas sobre el aniversario de la RASD. La policía marroquí rodeó la vivienda para impedir entrar a más invitados, boicoteando la iniciativa. El joven activista Hassanna Aalía ya no se sorprende cuando narra estos episodios. Residente en la capital del Sáhara Occidental hasta hace cuatro años, sabe de la persecución que sufren estos vecinos de las ciudades ocupadas. Él llegó a España para participar en un curso en 2012. Al poco, Marruecos abrió juicio contra 25 saharauis acusados de organizar el campamento de protesta pacífica Gdeim Izik, en octubre de 2010, y de la muerte de 11 militares. Hassanna Aalía fue uno de los acusados contra quienes se dictó cadena perpetua en un juicio militar plagado de irregularidades, según denunciaron los observadores internacionales allí presentes.
Un ex soldado del Polisario señala una mina antipersona en las cercanías del muro levantado por Marruecos.
Tras una primera denegación, por parte del Gobierno del PP, de su petición de asilo político, el activista de 27 años espera ahora que la Audiencia Nacional resuelva de forma favorable su recurso. “No sé hasta cuándo voy a seguir esperando. Es una situación complicada porque no puedo cruzar fronteras, ni estudiar, ni trabajar. Ya son cuatro años sin poder salir del estado español ni ver a mi familia, es un poco duro”, denuncia Aalía, defensor de la resistencia pacífica de su pueblo pese a las inquietudes que dominan a gente de su generación.
“Hay jóvenes que se plantean volver a las armas porque ven que la comunidad internacional solo interviene en los conflictos en los que hay guerra”, analiza. “Esperemos no tener que llegar a esta situación; ya hemos perdido a muchas personas y no queremos sufrir más, pero se ve que los derechos humanos están por debajo de los intereses económicos, y es complejo. Ojalá algún día podamos reunirnos en nuestra tierra libre”, anhela.
Más de 80 países, en su mayoría, de África y América Latina reconocen actualmente al gobierno de la RASD. El único estado europeo que apoyó en su parlamento la independencia del Sáhara, Suecia, revocó esta iniciativa el mes pasado después de que Marruecos bloqueara la apertura de una conocida tienda de muebles suecos en Casablanca.
Con todo, la visión optimista impera en el mensaje de este pueblo que vive entre la ocupación, el exilio en el desierto y la diáspora. "Ahora somos mucho más fuertes que hace 40 años", resume Jatri Aduh.
http://www.publico.es/internacional/sahara-40-anos-gobierno-exilio.html
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